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Cam Pan Te n°26 - UN RARA AVIS ENTRE
BOMBAS Y PROTESTAS / Alberto soriano y los Cánticos para el caminante
El trabajo fonográfico que nos ocupa hoy, es
verdaderamente una obra “rara”, original y pionera en nuestro medio, producida
en un momento muy particular de la región. Me refiero a los “Cánticos para el
caminante”, de Alberto Soriano, publicada por primera vez por el sello argentino
Qualiton (QI-4015, 1970) y reeditada posteriormente en Uruguay por el sello
Macondo (GAM 544, 1972).
Desde sus primeros años el sello discográfico
uruguayo Macondo, reeditaría una variedad de álbumes de diferentes sellos extranjeros,
principalmente argentinos y chilenos (Fonema, AMB, Asfona, etc.) lo que
permitiría que dicho trabajo volviera al país.
Ahora bien ¿quién era Alberto Soriano? Nació
en Santiago del Estero, Argentina, en 1915. De pequeño su familia tuvo un breve
pasaje por Italia para recalar finalmente en Salvador de Bahía, Brasil, donde
estudió en el Conservatorio de Música de Bahía, violín, armonía, composición y
contrapunto. Allí surge un especial interés por la cultura y la música afrobrasilera que le llevaría a realizar
importantes recopilaciones populares y publicar futuros estudios en la materia.
A comienzos de la década del 40 ya afincado
en Buenos Aires, Argentina, comienza a ejercer el periodismo musical en el
diario montevideano El Plata.
En la década del 50 traslada su residencia a Montevideo y comienza
a trabajar en la Facultad de Humanidades y Ciencias, lugar en el
que terminaría dictando clases en la cátedra de Etnología Musical (1952),
ocupando posteriormente el cargo de Director del Departamento de Musicología.
Además de ensayos vinculados a estudios
etnológicos y musicales, Soriano escribió numerosas obras sinfónicas, para
solista y orquesta, corales, de cámara y conciertos para conjuntos de guitarra.
Sus obras fueron aclamadas e interpretadas en
Latinoamérica, EEUU y Europa, esto le llevó a viajar invitado para sus estrenos
(Dresde, Londres, Oslo, Berlín, Copenhague, Leipzig, Filadelfia, Nueva York),
incluso a países que se encontraban “detrás de la Cortina de Hierro”, algo que
no sería bien visto por las autoridades uruguayas y que en el futuro pesarían
en su contra en varias oportunidades. Hablar de la “Guerra Fría” y su entorno
global exceden la intensión de este trabajo, sin embargo la figura de Soriano
se vio salpicada en este contexto y debemos referirnos a esta coyuntura y las
consecuencias que le acarrearon, para poder entender su extraño derrotero y en
cierta medida, entender la curiosa génesis de su “Cánticos…”.
Entre mediados del 50 y mediados del 60 Soriano
participó junto a importantes figuras de la música contemporánea regional para
concretar la idea de fomentar la realización de
festivales de música latinoamericana. Además de participar en la
organización, tuvo oportunidad de presentar sus composiciones.
De esos fructíferos intercambios surgió el Festival de Música Latinoamericana de
Caracas (1954, 1957), el Concierto
Sinfónico de Música Latinoamericana Contemporánea, Montevideo (1955), el Festival Latinoamericano de Música,
Montevideo (1957, 1966), el Inter-American
Music Festival, Washington (1958, 1961, 1965) y el Festival de Música de Caracas y Congreso Internacional de Música
(1966).
En 1958, Soriano fundó, junto con estudiantes
de diversas disciplinas de la Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo,
la Asociación de Relaciones Culturales
Americanas (ARCA), la que logró publicar una serie de trabajos impresos y una
colección de grabaciones en principio dedicadas a la obra de compositores
uruguayos, que luego fue incorporando autores latinoamericanos y europeos.
Presentados estos álbumes como “Grabaciones
del Grupo ARCA en la Sala de Estudiantes de Musicología”. Fueron editados en
principio bajo el formato EP de 10 pulgadas y posteriormente también como LP de
12 pulgadas, prensados por Antar S.A. y
las gráficas impresas en su mayoría por Imprenta AS y luego por Artegraf.
Lamentablemente no pude hallar un catálogo
sobre los discos publicados y no todos llevaban un número de serie. Las
primeras ediciones tenían el siguiente impreso: “Edición de 150 discos para
intercambio universitario”. Esto hace suponer que en principio las
publicaciones estaban fuera del circuito comercial. En la página web de la
Facultad hay algunos documentos de 1960 escaneados, de cartas dirigidas al
entonces Decano de la misma, Roberto Tálice, solicitándole donaciones de los
discos publicados por ARCA. Desde el Liceo de Sarandí, a una docente becada por
el Instituto Internacional de Educación
a la Universidad James Madison,
Harrisonburg, Virginia, EEUU, pasando por el “Amigos de la Música. Ateneo
de Montevideo”, hasta la “Alianza Cultural Uruguay - Estados Unidos de América”,
estaban interesados por el material musicológico publicado por la Facultad,
principalmente prestando atención a las ediciones de la obra de Eduardo Fabini.
Todas estas solicitudes eran derivadas a Alberto Soriano, quien acusaba recibo
y notificaba de las entregas realizadas. Viendo las fechas de los pedidos, del
pase a Soriano y las de los recibos de entrega, vemos que había una buena
diligencia e interés en hacer circular dichos materiales.
En principio las publicaciones de ARCA
estaban bajo la idea de “Serie Nacional”. Luego aparece la “Serie Intercambio”
que surge como cooperación con el Consejo
Interuniversitario Regional (CIR) que coordinaba actividades comunes de la
Universidad de Buenos aires, la Universidad de Chile y la Universidad de la
República Oriental del Uruguay, buscando con esto ampliar:
“(…) un plan que comprendía la difusión
paralela y conjunta de obras representativas de la cultura de los tres países.”
En la contratapa de la primera publicación de esta serie se podía leer: “ARCA
contribuye así a superar en parte el aislamiento existente entre los pueblos
latino-americanos, en labor común con la que el C.I.R. viene cumpliendo.”
A su
vez como ya mencionamos con anterioridad, Soriano realiza dos giras importantes
por el Viejo Continente en 1961 y 1964, asistiendo a la presentación de obras
suyas como: “Cuatro Rituales Sinfónicos”, “Tres Bosquejos Sinfónicos sobre la
vida de Artigas”, “Tríptico de Praga”, “Tiempo sinfónico a los caídos en
Buchemwald”, o “Cantos sinfónicos de Cuba revolucionaria” entre otras piezas.
Parte de su recorrido incluyó presentaciones
en Rumania, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Algo que sellaría su futuro
laboral en Uruguay.
Al retorno de su segundo viaje, Soriano
perdería su trabajo como Encargado de
Intercambio Cultural en el SODRE, algo que motivó quejas en la prensa
rioplatense, pero también europea. Emmanuel Corbin, por ese entonces director
de la famosa casa editorial francesa “Choudens”, especializadada en música cacadémica
manifestó su asombro:
“Es
una noticia para nosotros inconcebible, pues en Francia, hace muy poco
homenajeamos a Soriano, quien retornaba de Moscú después de haber asistido al
estreno de una obra suya. Por el mismo hecho, en el Uruguay se lo castiga,
¡vaya manera de estimular y fomentar la cultura! Yo, que no comulgo con el
comunismo, pero mucho menos con la incapacidad, me atrevo a afirmar que, en
Francia, quienes cometieran semejante injusticia quedarían poco tiempo en estos
cargos”.
En todo caso, Soriano sacó provecho a la
situación, con más tiempo para dedicarse por completo a su gran pasión, el
estudio etnomusicológico de campo, invierte dinero (supongo que proveniente de
sus giras) en comprar un magnetófono portátil de buena calidad. Ya a comienzo
de la década del 60 se comercializaban en nuestro país varias marcas apropiadas
para la tarea: Geloso, Grundig, Butoba,
Sony, Telefunken, etc. Ya en esos años se había producido mejoras en los
métodos de grabación, la cinta magnética supuso un salto importante en la
calidad y durabilidad del soporte, mejorando el rendimiento de los viejos
grabadores portátiles de alambre o de disco único.
En realidad poco sabemos del recorrido y
tiempo de su gira, sin embargo en la contratapa del LP “Cánticos para el
caminante” (1970) tenemos una referencia:
“En
el transcurso de estos últimos años Alberto Soriano, en intensa actividad de recolección
en la campaña uruguaya, ha reunido más de 9.000 temas y registros de gritos de
trabajo y conducción de animales, para lo cual ha debido acompañar a troperos,
cuadrillas de esquiladores y pescadores. Ha grabado sus tares y sus fiestas. En
otro orden, ha registrado también toda una extensa serie zoológica que abarca
desde el croar de los batracios hasta aves y el imponente mugido de los lobos
marinos.”
La pregunta obvia que surge es ¿qué pasó con
dicho material? ¿Fue secuestrado por interventores del gobierno cívico militar?
¿Se perdió en las múltiples mudanzas? ¿Están guardados en alguna caja olvidada?
Podríamos estimar unas 200 hs de grabación de campo en las que apenas nos queda
un atisbo en “Cánticos para el caminante”.
Antes de centrarnos en el álbum, volvamos a
la situación política del país. Hablemos
del mítico “68”, en el que Uruguay era un país con la inflación en alza, había
una efervescente conflictividad sindical y el país poseía una guerrilla armada
que actuaba con mayor o menor éxito desde mediados de los 60. La tensión en el
mundo bipolar era igual o mayor, revueltas estudiantiles en Ecuador, México y
claro, Francia. En nuestro país eran asesinados los estudiantes Líber Arce, Hugo
de los Santos y Susana Pintos durante la represión policial de manifestaciones
callejeras.
El gobierno que había asumido en 1967 de la
mano de Òscar Gestido, tras el fallecimiento de éste quedaría tempranamente en
las manos del vicepresidente Jorge Pacheco Areco, quién intentaría ejercer el
poder a partir de implementar el mecanismo ejecutivo de Medidas Prontas de Seguridad, para mantener el orden público y la
tranquilidad social. Esto derivó en un marcando período de creciente autoritarismo en
Uruguay. Este decreto, emitido por primera vez en su gobierno el 13 de junio de
1968, suspendió garantías constitucionales y se convirtió en un instrumento
clave para la represión del movimiento obrero y estudiantil, así como para la
restricción de la libertad de prensa, algo que se conoció popularmente como
“pachecato”.
Durante el 69 la conflictividad seguía en
aumento. Ese año ocurrió la polémica gira latinoamericana del gobierno de EEUU,
encabezada por el Gobernador Nelson Rockefeller, un testeo de Nixon para saber que
pasaba al sur del Río Bravo. La gira fue un gran problema y Uruguay no fue la
excepción.
Ya previendo las repercusiones de la gira de
Rockefeller y aprovechando un brote de una cepa de gripe asiática muy
contagiosa en la región, conocida como “Hong Kong”, desde el gobierno deciden
promover mediante decreto la suspensión de clases en la enseñanza primaria,
secundaria y terciaria por dos semanas. En su momento este episodio se conoció
popularmente como la “gripefeller”.
El 21 de junio en medio de manifestaciones y
un atentado explosivo, se traslada la
conferencia que iba a brindar Rockefeller en Montevideo a Punta del Este y el
24 el gobierno vuelve a instalar las Medidas
Prontas de Seguridad.
Uno de los episodios en el que nos interesa
poner foco, fue la colocación del pabellón uruguayo junto al de Vietnam y Cuba
en la fachada de la Facultad de Medicina, hecho que puso una vez más en la mira
del poder a la enseñanza pública.
Para comprender la gravedad de los hechos que
se desencadenaron compartiré algunos resúmenes de la prensa escrita:
“(…)
La historia nos enseña que los regímenes dictatoriales son los que han
necesitado enfrentar a la enseñanza pública. No es sorprendente: el espíritu de
libertad, de auténtica democracia de la vida universitaria, no puede ser sino
el enemigo natural de los autoritarismos y de las voluntades despóticas.
En
nuestros días, un profesor universitario ha sido deportado, decanos y
profesores titulares encarcelados, decenas de profesores de enseñanza
secundaria y de maestros .presos; la autonomía de los entes de enseñanza está
gravemente amenazada por un proyecto de ley llamado de coordinación; las
autoridades universitarios acusadas de agravio a los símbolos patrios. Por
estas solas, actitudes ante la enseñanza, este gobierno se coloca en la
tradición, —que es traición— de Latorre, Máximo Santos y Gabriel Terra. Y los
universitarios, estrechando filas con los docentes de la enseñanza primaria y
media, en la tradición —que es fidelidad inquebrantable— de los defensores de
la libertad y autonomía de la enseñanza.” Anónimo. (agosto, 1969) La historia
enseña. Noticias.
“EL
profesor Alberto Soriano, Consejero de la Facultad de Humanidades, Jefe del
Departamento de Musicología, autor de distintos trabajos especializados en materia
musical, profesor, fue expulsado por el Poder Ejecutivo. Se le acuso de
‘‘violar el decreto de medidas de seguridad”, a pesar de que fue detenido antes
de la aprobación del mismo, aplicándosele
la llamada "ley de indeseables”.
Como
el profesor Soriano nació en Argentina, fue expulsado —sin respetar el plazo constitucional
ni el pedido de su abogado, y además sin dinero ni ropa suficiente—, a su país de
origen. Se planteó, además, la expulsión del profesor Manuel Claps, de gran
prestigio docente, argentino, hijo de madre uruguaya, con residencia en el país
desde hace muchos años, y de un estudiante de Medicina, de nacionalidad
italiana. En todos los casos, las disposiciones legales parecen un viejo mito,
del cual los liberales no tienen siquiera memoria.” Anónimo. (julio, 1969) Sin
precedentes. Izquierda.
Entre el 24 de junio y el 3 de julio se
detuvieron más de 800 personas en todo el país, Soriano entre los primeros. Fue
derivado junto a otros al cuartel militar de San Ramón, Grupo de Artillería
N°4, tristemente famoso por haber sido un centro de detención y torturas
durante el gobierno de facto. Tras algunos días de detención es deportado a
Buenos Aires, Argentina, como reseña la nota anterior.
Sabemos que ante su precaria llegada a la
capital porteña, Soriano fue recibido y cobijado por la comunidad artística
local. Le fue brindado albergue en casa de músicos amigos, como la familia Ginastera.
También se activaron diversos mecanismos para que pudiera trabajar y costear su
manutención ya que su situación a futuro era una incógnita. Se le organizaron
presentaciones para que pudiera exponer sus obras, como por ejemplo en el
Instituto Di Tella, además uno de los directivos del sello discográfico Qualiton / Fonema S.A. Iván René
Cosentino, le propuso editar tres trabajos discográficos para su sello. Estas
ediciones discográficas recibirían en 1970 el Premio América, Asociación de Relaciones Culturales, otorgado por
la Universidad de la República (Uruguay) en reconocimiento de las grabaciones
de Alberto Soriano.
El primero (Qualiton, QI-4005) incluía
grabaciones de la Orquesta Sinfónica de
la Radio-Televisora Rumana dirigida por el joven Yosif Conta: Cuatro rituales sinfónicos y Tres esquemas sinfónicos sobre la vida de
Artigas. Es de suponer que estos fueron registros de su gira de 1964.
El segundo LP de Qualiton (QI-4009) contenía
el Tríptico de Praga. Suite para orquesta,
ejecutado por la Orquesta Sinfónica de
Berlín bajo la batuta de Kurt Masur, grabado posiblemente en su gira de
1961. Además se incluye la Sonata para
violín y piano, interpretada por el matrimonio de Francisco Musetti y Celia
Roca (quien en la contraportada aparece como Rocce) grabación realizada en
Montevideo en 1962; y el Tiempo sinfónico
a los caídos en Buchenwald, una breve pieza escrita durante la gira de 1961
luego de la visita al mencionado Campo de concentración Nazi, dedicada al
músico alemán Ernest Thaelmann, asesinado en ese lugar en 1944. La pieza fue
interpretada por la Orquesta Sinfónica de
Leipzig, dirigida por First Guhl en 1961.
Estas dos producciones editaron grabaciones
que Soriano poseía de diversas interpretaciones de sus obras, realizadas en
diversos lugares y circunstancias. No es curioso entonces que otros discos de
Soriano editaran también grabaciones realizadas en directo de actuaciones en
vivo.
Esto nos hace recordar que en general la
“música académica” en nuestro país, al menos hasta los 70 y en particular la
que refiere a grandes grupos orquestales, no contaba con la financiación
necesaria para su registro ni amplios estudios para hacerlo. La misma se
lograba llevando los precarios sistemas de grabación a salas de espectáculos.
Hasta el año 74, Sondor que era el
estudio de grabación principal en nuestro país, operaba con grabadora estéreo
de dos canales. Recién en el año 1975 dicha empresa adquiriría la primera
consola analógica de 8 canales de nuestro país.
Los grupos o bandas que buscaban mayor
tecnología, tendrían que viajar a Buenos Aires, ya que en Sudamérica la primera
consola de grabación de 8 canales se encontraba en los Estudios Music Hall, fabricada en Argentina por Solydine en 1968. La primera consola de
24 canales, recién fue fabricada en Argentina por la misma empresa en 1975, que
perteneció al estudio Take One, quien
editaba al sello Qualiton.
Es en este entorno limitado de producción, en
el que Soriano arma su único trabajo personal, un complejo trabajo de montaje
que culminaría en su “Canticos para el caminante”.
Aquí, solamente podríamos aventurar cuál
habría sido la metodología de trabajo realizada por el autor para confeccionar
el álbum.
El material primario utilizado para componer
lo que él llamó “construcciones sonoras” fueron grabaciones de campo, realizadas
en algún momento posterior a 1964. En la contra carátula del LP como señalamos
con anterioridad, se da nota de un trabajo de recopilación de audios, que por
el volumen señalado, imaginamos que fue realizado a lo largo de varios años. El
trabajo de recolectar muestras musicales en el entorno de su creación, es el objetivo
de la etnomusicología, disciplina que
aparece recién en la década de 1950. Tampoco tenemos un mapa del recorrido
realizado, pero en la información del LP vemos que nos dice que el autor
acompañó: “(…) troperos, cuadrillas de esquiladores y pescadores.” Esto nos
permite suponer un amplio radio de acción realizado para la recolección de
registros.
El audio que podemos escuchar en las construcciones sonoras de Soriano nos
permite oír los fragmentos seleccionados por el autor y los diversos montajes
que va realizando atendiendo a la sumatoria de cortes que se van presentando a
lo largo de la pieza. Soriano debe haber utilizado un grabador multipista para sumar varias grabaciones y a la vez
también cortando y empalmando a tope la
cinta (cortado exactamente a 90 grados con respecto al recorrido de la misma) un
método que se utilizaba para obtener ediciones rápidas de un sonido a otro.
También notamos que la terminación de algunos
audios se hace sumando fragmentos cada vez con un volumen más bajo que el
anterior, logrando un efecto de desvanecimiento similar al fade out, mientras que otros cierran abruptamente.
El 2 de diciembre del 69, con Soriano ya
establecido en Buenos Aires, aparece una nota sin firma en el semanario Periscopio titulada: “El idioma de los
pájaros”. Allí se hace una breve síntesis biográfica del autor, y sin embargo,
en ningún momento se hace mención de su expulsión de Uruguay. Imaginamos que la
tensa situación política en la vecina orilla ameritaba precaución en las notas.
En mayo de ese año se había producido el “Cordobazo”, anuncio que marcaría el
final de la Dictadura de Onganía, que terminaría ocurriendo seis meses más
tarde, en junio del 70. En dicho artículo se comentaba que Soriano estaba a la
espera de un concierto que se haría (según el artículo) el 12 de diciembre en
el Instituto Di Tella: “(…) donde se
conocerán sus obras.”.
Posiblemente se tratara de una audición acúsmatica de los dos discos
publicados hasta el momento por Qualiton,
aunque tampoco podríamos asegurar cual sería el tipo de presentación. Sí
sabemos que unas semanas antes, el 1° de diciembre hubo un concierto dado por el
Grupo
de Experimentacion Musical del CLAEM, en
el que presentaron una serie de obras contemporáneas realizadas por los
becarios de ese año.
Lo
interesante de la nota de Periscopio,
es que al final de la misma se narra lo siguiente:
“(…) al parecer lo que más le preocupa al
enigmático Soriano es profundizar en su estudio favorito: el canto de los
pájaros sudamericanos, de los que ha confeccionado un impresionante catálogo y
que utilizará –dice- en una pieza futura, en la que participarán igualmente dos
instrumentos: arpa y guitarra eléctrica. “Me siento como si me hubieran
repatriado en un disco”, murmura el enjuto Soriano; y deja adivinar que en él
también se esconde un humorista.”
Obviamente
no podemos saber si el periodista desconocía su calidad de exiliado o él era el
humorista. Esa repatriación en un disco
era un deseo auténtico de Soriano, ya que en Montevideo estaba el verdadero
centro de sus actividades.
Más allá
de este despiste o guiño ingenioso para hablar de la situación del artista, nos
queda claro que a finales del 69 Soriano ya tenía en mente la realización de su
obra. No sería descabellado pensar que su estadía en la casa de Ginastera
hubiera contribuido en darle forma o de redondear la idea para el Canticos…
Recordemos que Ginastera fundaría en el año 1962 el CLAEM (Centro
Latinoamericano de Altos Estudios Musicales) algo que surgió a partir de los Festivales
Latinoamericanos de Musica de Caracas de 1954
y 1957, y la realización en 1958 y 1961 de dos Inter-American
Music Festival, Washington, y que contó con el imprescindible subsidio
monetario de la Fundación Rockefeller.
En
esos primeros meses de forzado exilio de Soriano, debe haber tenido oportunidad
de presenciar alguno de los cuatro recitales llevados a cabo en la Sala
Audiovisual de ITDT, durante el Octavo
Festival de Música Contemporánea: cuartetos de cuerda, piezas para cinta
magnética, obras para medios mixtos, proyecciones, performance, danza y voz,
todo sin duda un caldo de cultivo que le debe haber ayudado a terminar de
pergeñar lo que sería su obra más novedosa de su producción y sin lugar a
dudas, algo sin parangón en la región.
No sabemos exactamente hasta cuando Soriano
estuvo en Argentina, pero su exilio no duró mucho, la presión internacional a
la medida tomada por el gobierno uruguayo dio sus frutos y se levantó la deportación
que pesaba sobre su persona. Las autoridades uruguayas autorizaron su regreso con la
condición de que no hubiera manifestaciones ni declaraciones públicas sobre lo
acaecido.
En la contratapa del disco podemos leer:
“Este LP presenta los primeros montajes que Soriano inicia, sobre la base del
mencionado material…”, pero luego no hay más información de dónde fueron
realizados. Posiblemente este disco fuera prometido por el autor a Iván
Cosentino, el director de FONEMA quién editaba los discos de Qualiton, sabemos además que no se
concreto la idea que Soriano avizoraba en el artículo de Periscopio sobre la
inclusión de arpa y guitarra eléctrica. El montaje de los audios utilizando los
registros realizados en cinta magnética, presupone que se pudieron haber
realizado en un pequeño estudio o en un espacio que contara con dos grabadores,
la no mención de donde fueron realizados nos lleva a pensar que el autor fue
quién realizó la edición del material sonoro.
Y si bien no se contó con el ambicioso
proyecto de incluir guitarra eléctrica y arpa, en el tercer tema llamado “Rito
de sacerdotes emplumados”, leemos en las notas de contratapa escritas por el
autor: “Antecede un toque acampanado, que también anunciará la terminación del
breve y extraño rito.”
Este toque
acampanado del que no se da más referencia, pareciese producido por golpes sobre
el arpa de un piano, esa pieza interna que mantiene la tensión de las cuerdas y
además es un componente esencial del sus sistema de resonancia, incluso puede
escucharse como se manipulan las cuerdas, algo a lo que se recurre en el caso
de las técnicas extendidas de ejecución de dicho instrumento, técnicas
conocidas como string piano.
Pero más allá de esta breve intervención
acústica, todo el Canticos… propone
una densidad sonora, resultado de los montajes realizados por Soriano. El
oyente no está reparando en el sonido de la naturaleza, en una captura
fidedigna de la misma, el autor nos presenta una partitura sonora compuesta por
un collage de grabaciones documentales, que fragmentadas, repetidas o
superpuestas, nos ofrece un peculiar paisaje telúrico, re-creado, de alguna
manera anticipando el concepto que comenzaba a gestarse de “realidad aumentada”.
Estos experimentos sobre eventos sonoros de
la naturaleza que se vuelven a organizar en un sentido estético, proponen
ordenar y dirigir un inaudito coro polifónico. Esta obra sonora o como la
definiría su autor: Construcción Sonora,
se diferencia del clásico registro del espacio natural en que se establece un
paralelismo entre el Soriano recolector y el Soriano compositor, quien busca
armonizar los registros teniendo en cuenta algunos de los preceptos del
novísimo género de música concreta.
Éste trabaja sobre la composición musical electroacústica, una idea
desarrollada por Pierre Schaeffer en Francia alrededor de 1948, quien utilizaba
sonidos grabados del mundo real (voces, ruidos, instrumentos) como materia
prima para crear “música” en lugar de utilizar partituras tradicionales. Estos
sonidos eran manipulados mediante técnicas como cortar, pegar, invertir la
velocidad o superponerlos en cintas magnéticas para formar "collages
sonoros", dando como resultado obras complejas donde el sonido mismo se
convierte en la estructura musical.
En 1970, año de publicación de “Canticos para
el caminante” únicamente se me ocurre pensar en las grabaciones de campo,
posteriormente editadas por Robin
MacKenzie y usadas como música ambiente para la exposición "A Sound Work
To Accompany" realizada en la Carmen
Lamanna Galery de Toronto, Canadá, en 1970 y recién publicadas como LP en
1972, en una edición limitada realizada por la propia galería.
En América Latina el primero en editar
grabaciones de aves en la naturaleza fue el ingeniero y ornitólogo brasilero
Johan Dalgas que publicó en 1962 “Cantos de aves do Brasil”, para el sello
Sabiá (SCLP 10502). Sus discos (más de 20) proponían un relato narrativo a
cargo de un locutor, de sus intrincados viajes por la selva amazónica y
regiones agrestes del Brasil a los que se le iban superponiendo los diversos
registros sonoros obtenidos en dicha empresa.
Pero regresando a “Canticos…”, la obra de
Soriano es rica en imaginación y novedosa en la forma. Si bien podemos
considerar la obra enmarcada dentro de las creaciones del género Concreto, las
obras representativas del mismo, trabajan principalmente con sonidos de
producción artificial en un laboratorio sonoro. En el caso de la obra de
Soriano, ésta abre nuevos caminos para la experimentación. Esta pieza tan
particular y original lamentablemente se extravió en el confuso vórtice de una
época que exigía del artista un compromiso más “comunicante” respecto a la
violenta realidad del entonces.
Las obras de Soriano fueron aplaudidas y
premiadas en su momento, reconocidas por su compromiso con el momento histórico
que le tocó vivir.
Por ejemplo, el director de orquesta cubano Roberto
Sánchez Ferrer recibió en 1963 el premio otorgado por la Universidad de
Uruguay: Puesta del Sol sobre Ágata y
Amatista, por su grabación con la Orquesta Sinfónica de la radio de
Leipzig, de la obra del compositor uruguayo Alberto Soriano “Cantos sinfónicos
de Cuba revolucionaria”. Y como este premio, muchas de sus obras recibieron un
justo reconocimiento, sin embargo “Canticos para el caminante” ha seguido
durmiendo el sueño de los justos.
Post scriptum I:
Luego del retorno de Soriano a Montevideo, el siguió trabajando en la Facultad
de Humanidades, pero entre octubre del 73 y enero del 74 la misma fue cerrada
por la dictadura cívico-militar, para luego retomar sus actividades tras sufrir
un proceso de “depuración y disciplinamiento”, incluyendo una reestructuración importante, suprimiendo
partidas para investigación y destitución de docentes, entre los que se
encontraba Soriano.
En
1976 vuelve a ser detenido y deportado nuevamente.
Américo Schvartzman cuenta que:
“(…)
alguien le advirtió a la hija que comprara un billete aéreo aun país más
lejano, porque en la Argentina lo estaban esperando, como ya había ocurrido con
célebres figuras de la política oriental, como Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez
Ruiz y el uruguayense Manuel Liberoff, quienes desaparecieron en la Argentina.
Pero Alberto no quiso otro destino que Buenos Aires. Increíblemente, al llegar
a la capital argentina lo soltaron, un episodio que nunca comprendió del todo y
que atribuyó a su “ángel de la guarda”. Lo protegieron amigos como el poeta
Ricardo Mosquera y los curas franciscanos en la Iglesia de Nuestra Señora de
las Gracias.”
Finalmente Soriano terminaría radicándose en
Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina. Allí participó en la creación de
la Escuela Superior Municipal de Música. Soriano organizó desde la Escuela infinidad
de audiciones de música y por supuesto siguió componiendo hasta el final de sus
días, en octubre de 1981.
Post scriptum II: La
tapa del disco Qualiton fue realizada
por Oscar “Negro” Díaz, uno de los diseñadores argentinos del campo editorial
más importante del SXX. Su trabajo se reconoce en las tapas de libros de la
editorial Eudeba, Centro Editor de
América Latina, La Rosa Blindada, Kapeluz, etc. Además editó cubiertas de
discos para Qualiton y La Cornamusa, en las que utilizaba
técnicas que aplicaba en el ámbito editorial para sus reconocidos trabajos, como
la denominada “foto quemada”, utilizada para la cubierta de Canticos para el caminante.
Curiosamente la re-edición del LP de Macondo utilizo portadas impresas por Qualiton en Buenos Aires,
BIBLIOGRAFÍA
Anónimo.
El idioma de los pájaros. Periscopio,
n°11, p.59, 02 / 12 / 1969.
Castineira, J.L. (2011) La
música en el Di Tella: resonancias de la Modernidad. Secretaria de Cultura
de la Presidencia de la Nación.
Schvartzman, A. (2021) La historia del
“subversivo” fundador de la Escuela de Música uruguayense. El Miércoles Digital,
en: https://www.elmiercolesdigital.com.ar/la-historia-del-subversivo-fundador-de-la-escuela-de-musica-uruguayense/
Soriano,
Alberto (1972) Canticos para el caminante. Macondo.