martes, 19 de febrero de 2019

TAN-CAM-PAN-TE / N°10 - El criollo experimental



TAN CAM PAN TE n°10 / El criollo experimental

Quienes vivimos en las ciudades  tenemos un imaginario del mundo rural, una mirada que atraviesa los lentes de los autores que lo representan. Quienes hemos tenido la oportunidad de vivir o trajinar por su entorno, sabemos que hay una distancia entre uno y otro mundo. En el universo de la literatura, en particular de la poesía y en especial de la puesta oral de sus códigos, debemos recordar lo que señalaba José Luis Moure en el artículo “La lengua gauchesca en sus orígenes”, cuando escribía: “… la lengua gauchesca es un constructo literario, lingüísticamente basado en la variedad rural rioplatense, a partir de la cual los autores del género sintetizaron un nuevo código, elaborado desde un vocabulario inicial hasta la formación de una variedad secundaria estandarizada.” Aquí lo telúrico es representación.

Los dos trabajos discográficos que vamos a analizar pertenecen a dos autores estrechamente ligados a la canción popular y estos discos en particular lo están al género folclórico, me refiero a Daniel Viglietti y al dúo Los Olimareños, conformado por José “Pepe” Guerra y Braulio López. Dos trabajos que representan lo popular de un modo avanzado.

Del multifacético Viglietti acotaré que este trabajo en particular “Hombres de nuestra tierra. Ciclo de canciones uruguayas” (Antar PLP 5045, 1964) es su segunda grabación profesional. Viglietti proveniente de una familia de músicos reconocidos, vinculados a la esfera clásica y folclórica, desarrollará una sólida carrera como concertista en guitarra clásica. En 1960 vuelca su trabajo a la investigación de la canción popular sobre todo a la de raíz folclórica, Es por esos años que conoce al escritor oriundo del departamento de Lavalleja: Juan Capagorry, con quién estrecha lazos de amistad y artísticos. Luego de trabajar en conjunto deciden grabar este álbum que recoge el trabajo que estaban realizando en vivo. Los poemas de Capagorry pintaban a los hombres que se abocan a los oficios más típicos y humildes de la campaña. La elaboración compositiva de Viglietti,  consistió en un minucioso trabajo musicológico, según cuenta en la contraportada del LP, nos dice: “La música debía ser un medio fluido y directo de trasmitir esas estampas de seres, lugares y costumbres. Recurrí entonces a ritmos folclóricos uruguayos apoyándome en ese sentido en la autorizada opinión de los más reputados folclorólogos de nuestro país, tratando de superar sus naturales discrepancias de opinión. A partir de esa serie de formas musicales orientales — ya por su nacimiento o por haber sido habituales en nuestro territorio — adopté un criterio de enfoque libre y amplio, desarrollando sobre la base de aquellas danzas y canciones un trabajo propio, sin alejarme demasiado del original.” Durante la etapa de preparación y grabación del material, Capagorry fue a quedarse en la casa de Viglietti (“Durante el proceso de creación estas canciones surgieron de una gran compenetración música-texto, dado que las compusimos en diaria convivencia con Capagorry, viviendo intensamente aquella aventura humana.”) El poema musicalizado que tiene una larga tradición en nuestro país se vio enriquecido por la inclusión de la oralidad narrativa de Capagorry, quien en los espectáculos en vivo realizaba una introducción a las canciones que interpretaba Viglietti. Éste último anotaría: “Fueron sintetizados y amoldados a las características del disco.” Si bien esta modalidad narración+canción se presentaba como algo novedoso para la industria discográfica nacional, tenía ya un antecedente fundador en el impresionante larga duración “Poemas y canciones orientales” (Antar PLP 5018, 1962) primer registro fonográfico de Osiris Rodríguez Castillo. La empresa discográfica pionera en el Uruguay también incursionaría en esta modalidad: “La Compañía Grabadora de Discos SONDOR, tiene la satisfacción de presentar al público un interesante y original Long-Play con obras del destacado autor, compositor e intérprete uruguayo Pintín Castellanos quien, en personalísima forma, las brinda en música y palabras.” Así comienzan las primeras líneas de la contra-carátula del álbum “Festival musical y poético de Pintín Castellanos” (Sondor 33.074, 1963) Horacio “Pintín” Castellanos es un gran pianista, compositor, letrista y director de orquestas de tango, autor de la emblemática “La puñalada”. Este “interesante y original” trabajo brinda de modo personal un trabajo que aúna “música y palabras”.
Como vemos, esta conjunción de géneros no fue explotada en demasía, y si bien están estos trabajos que anteceden a la obra de Viglietti, esta última posee otras características que lo diferencian y lo llevan a constituir un trabajo de avanzada. Si bien todavía los conceptos de “multimedia” y “obra conceptual” no estaban en boga, Viglietti logra intuir el valor que posee este proyecto, por eso escribe: “Pero no bastaba con cantar y relatar la existencia de alguno de estos hombres del campo; surgía la necesidad de fijarlos en la imagen, de ejemplificar su presencia viva y concreta por medio de la fotografía.” Es entonces que contactan a Isabel Gilbertconsumada fotógrafa, que recorrió junto a nosotros campos y sierras, en la fatigosa búsqueda de algunos de estos hombres.” Hoy podemos señalar que “Hombres de nuestra tierra…” es conceptualmente un trabajo que logra encerrar en el mismo varias disciplinas, un trabajo sin lugar a dudas proto-multimedial, que encierra narración, canción e imagen. Las fotografías de Gilbert acompañaban el larga duración con un pliego impreso en buen papel con imágenes en blanco & negro junto a breves textos explicativos. Esta concepción es novedosa en Uruguay y aquí es donde radica su importancia, como dice Viglietti al final de sus comentarios “La palabra, la imagen y el canto”, porque para poder transmitir (representar) estas vivencias del hombre de campo se precisaba construir nuevas herramientas de comunicación.
Una experiencia sin duda vanguardista, no sólo en el país sino  a nivel latinoamericano, y en este sentido sólo conozco la publicación, también de 1963 del libro (proto-multimedial) “Catimbó e outros poemas” editado por José Olympio, reunión de los tres primeros trabajos del modernista Ascenso Ferreiro: Catimbó (1927), Cana caiana (1939) y Xenhenhém (1951). Dicha publicación de lujo estaba acompañada por dos discos de 78 r.p.m. (Gravação Especial PR239 y PR240) que incluían la particular puesta en voz del poeta brasilero.

El segundo disco que quiero reseñar es el álbum “Todos detrás de Momo” (Orfeo ULP90555, 1971) del dúo Los Olimareños. Braulio López y Pepe Guerra ambos oriundos del departamento de Treinta y Tres comienzan a trabajar juntos en 1960. En 1970, con diez años de trayectoria, el grupo lleva editados ocho discos (uno de ellos grabado en Argentina), extensas giras por Latinoamérica y Europa, contando con un amplio consenso a nivel popular. Para ese entonces su estilo ya depurado de influencias de los ritmos argentinos, se basaba en el rescate de la folclórica uruguaya, impulsando principalmente la serranera, un ritmo desarrollado por Rubén Lena, emparentada con la milonga y el pericón. Además, Los Olimareños incluyeron ritmos no rurales, como el tango, el candombe y la murga. En este sentido por ejemplo fueron los primeros en grabar candombe sólo ejecutado con guitarras en la canción “Candombe Mulato” del disco “Nuestra Razón” (Orfeo ULP 90520) que incluye “Poema de falco” ejecutado en clave de tango. Estas experimentaciones seguirán en el siguiente disco “Cielo del 69” (Orfeo ULP 90543) en dónde encontramos los temas en clave carnavalera “Al Paco Bilbao” y “A mi gente”, grabaciones que incluyen instrumentaciones de “batería murguera” (bombo, platillo y redoblante), las primeras registradas fuera del ámbito del carnaval.
Todo este proceso de búsqueda desemboca en el mencionado “Todos detrás de Momo”. Un disco que hoy etiquetamos como conceptual, en el que lo murguero es el hilo conductor a lo largo de todo el álbum. La muletilla verbal al final de cada tema “Todos detrás de Momo” es el fino hilo que enhebra todas las cuentas de este rosario. Y a pesar de este sobrevuelo continuo carnavalero, rítmicamente las canciones ofrecen notables variedades: vals, tango, chamarrita, candombe, son, milonga y rock and roll. El dúo de guitarras se acompaña con la percusión de Los Nuevos Saltimbanquis (Coco Portugués: bombo, Pocho Silva y Zurdo Acosta: platillos, Liberato Brescia: redoblante). Una de las peculiaridades de este trabajo son las particularísimas puestas en voz que realizan en cada tema, dónde obviamente se recurre a la canción, pero se intercalan recitados, declamaciones, juegos fonéticos, acercándose incluso a la poesía simultaneísta, voces en clave de relator de fútbol, en fin, una batería de recursos vocales nunca vistos en un trabajo discográfico que se vinculara a cantantes populares.
Al igual que el trabajo de Viglietti, Los Olimareños trabajaron codo a codo en la elaboración del álbum con el autor de los textos, Rubén Lena quién también participó en la realización de los arreglos musicales. Braulio López recuerda en una nota: “Cuando leí los textos que trajo Lena me parecieron fantásticos. Hicimos un equipo de trabajo y nos juntábamos en Solymar, en la casa de una cuñada suya. Él se venía de Treinta y Tres todos los miércoles y nosotros íbamos desde Montevideo, nos encerrábamos en una pieza y ahí empezábamos a probar.
Un detalle interesante, las 23 canciones (surcos, tracks) que componen el larga duración no contaban con el usual y clásico espacio de silencio entre tema y tema, el disco desde lo sonoro se proponía como una extensa pieza única. El arte de tapa también se presentaba como algo novedoso ya que el mismo poseía dos carátulas, el retrato de cada uno de Los Olimareños en cada lado del sobre doble, con el nombre del disco y el grupo también. Maquillados como se estila hacer con los murguistas por Paco Bilbao, ambos rostros están también representando a las musas Talía (musa de la comedia) y Melpómene (musa de la tragedia). Clásicas máscaras que representan el teatro, quedan al descubierto cuando abrimos la carátula, y enfrentamos a un “Pepe” Guerra triste, con un Braulio López alegre. En las caras interiores del sobre se reproducían los textos de Rubén Lena.
Desde temprano el dúo se manifestó partidario de una canción de raíz folclórica con un claro contenido social y político, y este poemario de Lena tampoco es ajeno a lo que se tildaba como “canción de protesta”, sin  embargo la carga metafórica alcanza ribetes surrealistas, el discurso directo es dejado de lado, y la carga simbólica del carnaval como mascarada, como disfraz se convierte en la alegoría del mundo político de aquella época.
Este “Todos detrás de Momo” realizado por un tándem creativo extremadamente exitoso (en su imagen popular y en lo comercial) no obtuvo los resultados esperados. Su postura inclasificable no encontraba acomodo para el público de aquel entonces, ni folclorista, ni carnavalero, ni político, ni erudito, supieron apreciar un trabajo que por supuesto estaba lejos del gusto y los cánones del consumo popular. El disco fue el menos vendido y el menos difundido en la historia del grupo, habrá que esperar recién al 2018, para que el sello Ayuí lo reedite (Ayuí A/M 45 CD) y para que a raíz de esto se comience a reconocer su valor “vanguardista” (ahora como etiquete de venta). 

Luego de la edición de estos trabajos (“Hombres…” y “Todos...”) tanto Viglietti como Los Olimareños construyeron sólidas y exitosas carreras. Sin duda el primero es que ha mantenido una postura más experimental a lo largo de su carrera, siguió trabajando con narradores  como Alberto Candeau o Mario Benedetti, pero por aquel entonces no siguió profundizando en la multimedialidad intuida  en “Hombres de nuestra tierra…”.
Otro tanto ocurrió con Los Olimareños y su “Todos detrás de Momo”, el dúo volvería a las formulas de canción que tanto éxito le seguirían dando.
Ambos discos permanecen en ese limbo de los discos menos escuchados o menos recordados en las discografías de los autores.. Queda claro que estos intérpretes, se sumaron como tantos otros a la urgencia socio-política de la época, ambos artistas continuaron su carrera en el exilio durante los años de la dictadura cívico-militar uruguaya, tal vez con un compromiso más en lo político que en las búsquedas de experimentación estética. En todo caso debemos insertarlos como mojones ineludibles de intentos vanguardistas, y que deben ser reivindicados hoy, como proyectos originales y aunque no tuvieron la suerte de “prender” en el constructo de la cultura colectiva al momento de ser editados, el tiempo les va dando el lugar que realmente merecen.

Ficha de audio

Monteador – Juan Capagorry & Daniel Viglietti / Hombres de nuestra tierra.

Oficio duro sin dudas el del monteador, un trabajo de un enorme esfuerzo físico. La pausada narración de Capagorry contrasta con el trabajo, sin embargo está a tono con la descripción de la llegada del hombre al monte quieto en dónde “casi se le oye respirar”. Sin embargo “El hacha está ansiosa, desgaja inquieta…el hacha sigue…el hacha canta.” El ritmo elegido por Viglietti es el “Gato”, al que asociamos inmediatamente al baile brioso, que posee una vehemente compostura y donaire de vigor. El rasgueo de la guitarra, que produce golpes secos en el encordado es un finísimo recurso que usa el interprete para imitar el golpe del hacha en el tronco del árbol, esos golpes marcan el ritmo del trabajo y también de la canción.

Garcero – Juan Capagorry & Daniel Viglietti / Hombres de nuestra tierra.

El oficio de garcero estuvo en auge hasta la primera década del siglo XX, ya que el costo de las plumas del ave alcanzaron ribetes extraordinarios, al menos mientras la moda europea exigiera dichos materiales para confeccionar los “aigretes”, tanto para los sombreros y tocados de uso femenino y masculino. La atmósfera que plantea Capagorry es lúgubre, y sin desmerecer el oficio, deja planteada la incoherencia de dicho trabajo: “…El tiro resuena en el silencio, quiebra la tarde, la garza tuerce su cuello como buscando el cielo, pero cae, la levanta el garcero y teñidos de rojo se los lleva el sol. El bañado queda solo.” La musicalización del poema por parte de Viglietti, exige ritmos que no le da el registro folclórico, por lo tanto experimenta, él nos cuenta: “…la música surgió desligada de todo regionalismo y fue una excepción en el ciclo, derivando en un tema en cierto modo incidental, creado sin moldes formales, desde la sugerencia de la palabra.

Cañero del norte – Juan Capagorry & Daniel Viglietti / Hombres de nuestra tierra.

La figura del oficio de cañero, del hombre que trabaja en la recolección manual de la caña de azúcar en el norte del país, es sin duda uno de los oficios más duros y por el cual se luchó en las reivindicaciones sociales de la década del sesenta. “De estrella a estrella, siempre postergados, los cañeros, trabajando” Capagorry no hace concesiones y su texto describe la ruda realidad de los trabajadores y su familia, en un entorno sofocante. Viglietti elige la Media Caña como ritmo, música de baile suelto, que alterna movimientos lentos con otros alegres, lo que se ve reflejado en la guitarra de Viglietti. Su cantar casi con rasgos de recitado va con tono de relación, cuartetas que recitan y se responden las parejas de baile, el rasgueo de la guitarra parece imitar el zapateo y las cabriolas del bailarín, cerrando de manera premonitoria: “al hombre que pita rubio un día le ha de llegar, con cortadera y con faca la voz del cañaveral”.

Comienzo de la batería – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

Uno piensa en escuchas acostumbrados al repertorio de Los Olimareños, esos que tal vez tuvieran en sus casas discos como “De cojinillo”, “Canciones con contenido”, “Nuestra razón” o “Cielo del 69”, oyendo asombrados esta introducción musical de batería de murga, diciendo a lo mejor: “esto es un disco de carnaval”. Aquí la batería de los Los Nuevos Saltimbanquis deja claramente asentado cual será el hilo conductor de este trabajo. El golpe del platillo y el redoblante que abren el tema, nos introducen sutilmente a la arena de un circo mágico, en el que desfilaran los números del Carnaval, en el que siempre, irán “todos detrás de Momo”.
Esto me recuerda otro álbum, editado dos años después que Todos detrás de Momo, un disco realizado por el brasilero Caetano Veloso: “Araçá Azul” (Philips ‎6349.054, 1973), un trabajo también altamente experimental, con recitados y poemas concretistas. El disco de Caetano terminó por retirarse de los locales de venta ya que tenía un alto índice de devolución  y fue retirado del catálogo. Recién catorce años después fue reeditado y valorado como una pieza de vanguardia. Los Olimareños tuvieron que esperar 37 años.

La yarará – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

Para este poema de Rúben Lena, Los Olimareños elijen una base de guajira a la que le superponen la batería carnavalera, obteniendo un resultado más que interesante. El corso de la imaginaría de Lena es de un grotesco surrealista, en la que los posibles correlatos entre figurines / personajes políticos parece inquietante. El canto al unísono del dúo juega con el valor fónico de la palabra “yarará”

Por campos de adoquín – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

A ritmo de milonga van entrando al corso de Lena los personajes con “las melenas planchadas, las toreras bordadas y las panzas rosadas y el ancho cinturón” en clara alusión a los políticos y empresarios, que desde la altura de la montura (podría leerse como el lugar desde donde ejercen su poder), van mirando “su ganado” que no se halla en el campo, sino por el contrario, es la masa urbana “la muchedumbre” que los sigue y obedece, que están desparramados por la metáfora citadina de “campos de adoquín”.

El gran remate – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

La canción, el fraseo, el diálogo se entrecruza en este nuevo tema, en donde “el gran remate” el remate total, bienes, ideales, todo se ofrece al mejor postor. La época de crisis es presentada a ritmo inocente de vals, en dónde se ofrece un panorama surrealista, además un coro tildado de “muchedumbre”, esa masa con presencia constante, parece siempre que está en un ir y venir, sin un compromiso real. Para ella, todo tiene un precio, aunque la inflación provoca que el mismo se desvalorice en cualquier momento.   

La bocina – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

Tal vez este sea el tema más desconcertante, al menos si lo comparamos con lo esperable para este dúo perfilado en el imaginario colectivo como “folclore de protesta” o de “canción con compromiso”. Un primitivo boogie-woogie marcado con guitarra criolla y la batería de murga a ritmo de rock and roll. Para mayor desconcierto del escucha desprevenido, el texto de Lena esta recitado en clave de relato de fútbol, con inflexiones en algunas palabras (según el propio Braulio López) que lo acercan al particular fraseo de Carlos Solé. El surrealista personaje de este breve texto se fabrica un megáfono casero con una lata, gritando con “garganteada voz” atormentando ancianos: “El mundo está que arde. Cuidad de tal presión. Cuidad de tal pre-sión.

La botella – Los Olimareños / Todos detrás de Momo.

Así como reseñamos al tema anterior como el más desconcertante, este sin duda es el más experimental, casi un poema simultaneísta en clave de son cubano. Fraseos en tonos contrapuestos de ironía / pesadumbre, jugando con la idea de la estrechez, con la idea del apremio económico del obrero cuando llega el fin de mes y la delgadez del cuello de la botella. Palabras estiradas de manera increíble, silabeadas, fragmentadas, reforzando el concepto del estrechamiento con recursos sonoros. Un recurso ludofonético efectivo y poco visto en el cancionero popular uruguayo.


Textos revisados

Pereira, Marcelo – Nota publicada en La Diaria “Hondo y misterioso” 9 de febrero, 2018.
Ubal, Mauricio – Nota publicada en Brecha “Todos detrás de Momo: un disco fundacional” 22 de setiembre, 2017.
Viglietti, Daniel - Nota de contratapa en el LP “Hombres de nuestra tierra. Ciclo de canciones uruguayas” (Antar PLP 5045, 1964)



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