LOS
SONIDOS DE LA REVUELTA (2 de 3)
Las acciones de Teresa Vila
“Es una nueva forma de espectáculo, por la participación del público.
Aunque en realidad se trata de una forma de comunicación
tan vieja como
el hombre”.[1]
La artista Teresa Vila supo construir
una importante carrera durante la década de los años sesenta, principalmente
como dibujante y grabadora, destacándose ya con anterioridad como escenógrafa y
vestuarista teatral entre los años 1956 y 1960, sin embargo, entre 1966 y 1969
impulsó una serie de obras con una dinámica totalmente novedosa en el país, convirtiéndose en pionera del arte de acción. Su trabajo principalmente
buscaba interpelar al público, casi cómo en un acto ritual, convirtiéndolo a
éste en agente coproductor de las mismas:
Mi preocupación fundamental es demostrarle al público que cualquiera está en condiciones de expresarse. Cómo lo pretendían los artistas Dadá, quiero desmitificar el arte. La masa anónima del público generalmente se siente inhibida para acceder a una galería, o un museo.[2]
Sus obras estaban enmarcadas dentro de las nuevas corrientes del happening y el arte conceptual, o como ella prefería llamarlas: “acciones con tema” o “ambientes temáticos”. En la primera, el eje está inscripto en la acción o lo performático, mientras en la segunda el peso de la obra recae en la ambientación, la escenificación, generalmente variable ya que por lo general el tránsito del público por espacios diferentes era parte de la propuesta. Su trabajo buscaba expresamente moverse por fuera de la escenografía del teatro tradicional.
Las acciones de Vila desarrolladas entre los años 66 y 69 plantearon un escenario novedoso y transgresor, generado en una década por demás conflictiva, tanto a nivel global como a nivel latinoamericano, reivindicando cambios a nivel social, económico y político. El arte no estuvo ajeno a toda esta época convulsa, desde los artistas que reclamaba un compromiso activo con la denuncia y la visibilización de las problemáticas sociales, acercando el lenguaje hacia un discurso necesariamente panfletario, pasando también por lo que Mario Benedetti definía como “poesía comunicante” o poesía coloquial, un discurso, al decir del poeta, que explicite: “la preocupación de la actual poesía latinoamericana en comunicar, en llegar a su lector, en incluirlo también a él en su buceo, en su osadía, y a la vez en su austeridad.” La comunicación mediante un lenguaje austero, utilizando mensajes claros y directos, fue algo con lo que se embanderó la generación crítica del 45, dejando de lado e incluso menospreciando aquellas actividades que no sirvieran de manera clara al discurso militante directo.
Esta manera de valorar el lenguaje
artístico, queda clara en una nota aparecida el 19 de diciembre en el semanario
Marcha en 1969, titulado “Poesía Fónica” y firmada por N.M., en donde al final
de la misma el crítico expresa el siguiente entimema: “(…) en un momento que
importa decir cosas, disminuir la palabra en juegos experimentales puramente
formales resulta un tanto estéril.” Es obvio que el crítico (y la crítica a la que
representa) usan la excusa de vivir en una época convulsa que exige (según
ellos) la urgencia de la palabra iluminada y clara de “su” revolución.
Lamentablemente la increíble obra de
Vila entra dentro ese vago cajón de sastre, que el canon del 45 utiliza para
guardar aquellos trabajos que escapan a su “gusto” o “entendimiento”, estas
rarezas resultan para ellos esfuerzos estériles que pueden bordear lo contrarrevolucionario,
y esta es una idea que se mantuvo prácticamente hasta mediados de los años ochenta.
Lo curioso de todo esto es que las
propuestas tildadas de “estériles” sí estaban enmarcadas dentro de un discurso
crítico y cuestionador de una sociedad desigual, de espíritu latinoamericanista
y antiimperialista.
La preocupación de Vila radicaba en
poder interactuar con el público y que éste se cuestionara a sí y al entorno en
el que vivía:
Deseo simplemente hacerlos pensar, que saquen sus propias conclusiones sobre una serie de problemas que nos competen a todos los humanos. Que vean que pueden participar en la vida sin ser meros espectadores. (…) Quiero que el hombre recupere la fe, que crea. Lo que cuenta es el ser humano. El hombre contemporáneo vive bombardeado por todos lados de slogans que se le imprimen en la memoria y orientan sus gestos y su acción. Mis happenings tienden a introducirlo en el terreno de la duda.[3]
Gracias a la hermana de Teresa, Ana, se
ha podido hacer público el archivo familiar que recupera las acciones que
Teresa pudo realizar (10 en total), así como también diverso material
fotográfico que las ilustra, apuntes personales de algunos proyectos no realizados
(pensados ya desde 1964), diversas notas de prensa, entrevistas, y en especial
(lo que motiva este artículo) dos adjuntos periféricos no menores: dos cintas
magnetofónicas grabadas en carrete abierto, utilizadas una para el primer
Ambiente Temático realizado en la Casa del Club de Teatro, entre el 6 y 8 de
julio de 1966, y la segunda cinta utilizada para la Acción con Tema, realizada
en la Galería U, el 30 de diciembre de 1968.
Las obras de Vila apostaban al
espectáculo multimedial, que no sólo
incluía un elaborado trabajo en lo performático, sino que también trabaja la
variación del espacio escénico, la iluminación y una banda sonora en la que la
voz, la poesía, tenían un rol importante: “…la palabra juega un rol
preponderante, es el VERBO que junto a la acción servirá para posibilitar un
escape, una reubicación en TODOS.”[4]
Este trabajo sonoro que decide
implementar Vila en sus Acciones no pasa desapercibido para la crítica María
Luisa Torrens, quien escribe en un artículo titulado “La magia de la voz”:
Todos los happenings omiten la voz humana. No obstante Teresa Vila recurre casi exclusivamente a la palabra y el sonido para provocar al espectador. Según Dore Ashton el propósito de los “Happenings” de acuerdo a uno de sus creadores A. Kaprow, es el de crear “situaciones arquetípicas, partiendo de elementos informales y sin estructura”.[5]
Poder contar con estas bandas sonoras, nos permite reconstruir de un modo más fiel el desarrollo de las propuestas de Vila por las que pasaron los espectadores, pero al mismo tiempo, ocurre un fenómeno interesante, y es que estos periféricos reproducidos por separado de la obra original, se convierten en obras independientes, o para ser más exactos, son piezas no dependientes de los Ambientes Temáticos o las Acciones con Tema a las que estaban supeditados. En todo caso, la explicación del happening puede servir para ampliar la explicación del motivo de la obra sonora. Pero sin una obra con la cual mantener una relación de dependencia, podemos comprender el verdadero valor pionero de estas piezas adscriptas en principio como banda sonora para las Acciones de Vila, pero ahora, las podemos valorar como obras pioneras de arte sonoro, completamente independientes a su función original.
Las vanguardias históricas recuperaron
el valor acústico de la poesía, sin embargo la experiencia trunca de las mismas
dejó a medio camino la posibilidad de
explotar ese nuevo territorio. También es cierto que su desarrollo dependería
en buena medida del avance de las nuevas tecnologías implementadas para el
registro de la voz.
Las pocas grabaciones experimentales o
vanguardistas de época existentes las realizarían (entre otros) los pioneros
del radioarte, como por ejemplo Richard Huges (Danger, 1924), Pierre Cusy y
Gabriel Germinent (Maremoto, 1924), Orson Welles (La Guerra de los Mundos,
1938), Antonin Artaud (Para acabar de una vez con el juicio de Dios, 1948); los
cineastas Dziga Vertov (Entuziazm: Simfoniya Donbassa, 1930), Walter Rutman
(Weekend, 1930); o los poetas Kurt Scwhitter (Scherzo, 1932), Berta Singerman (Polirritmo
dinámico al jugador de football, 1932), Filippo Tommaso Marinetti (700 Km.
All'ora, 1935), todas estas realizadas mediante técnicas de grabación poco
desarrolladas.
Serán las neo-vanguardias de mediados del
siglo XX las que retomarán el ejercicio del registro sonoro experimental,
gracias al desarrollo de tecnologías de grabación cada vez más accesibles y
económicas, ya que a mediados de los 50 la empresa Ampex popularizó la cinta
magnetofónica, con la que se obtenía un registro de excelente calidad y
permitía la edición directa sobre la misma.
Vale la pena recordar también un trabajo
latinoamericano que sentará precedentes novedosos respecto a las técnicas de
grabación. Me refiero al LP ideado y producido por el gran recitador cubano
Luis Carbonell (“El Acuarelista de la poesía Antillana”) quien en el año 1955
edita para el sello Kubaney (MT-161) el álbum: “Esther Borja canta a dos, tres
y cuatro voces”. Allí la reconocida cantante cubana graba una serie de
canciones populares con la particularidad de que los duetos, tríos o cuartetos
vocales están interpretados por ella misma, una técnica de superposición que
nos recuerda la poesía simultaneísta del Dadá, verdaderamente novedosa para
aquella época.
La década del 60 traería un torrente de
búsquedas sobre la experimentación poética y las posibilidades de la voz:
repeticiones, superposiciones, deformaciones y modificaciones de la misma, como
nunca antes se habían realizado. Figuras emblemáticas como Henri Chopin, Brion
Gysin, William Burroughs, Steve Reich, Bernard Heidsieck, François Dufrêne,
Paul De Vree o Mimmo Rotella entre otros reformularan el panorama europeo
experimental.
Entonces, es en este contexto
internacional del desarrollo iniciático de la poesía sonora, que Teresa Vila
crea estas piezas sonoras inusuales, collages poéticos a los que se le suman
ambientaciones sonoras, efectos, obras apropiacionistas, algo bastante inédito
por aquél entonces.
La recuperación de estas dos cintas de
carrete abierto, permite agregar eslabones perdidos o desconocidos, para poder armar de manera correcta la historia del arte
sonoro uruguayo.
La realización material de los proyectos
sonoros de Vila estuvo en las manos de
Conrado Silva, reconocido ingeniero de sonido, compositor y docente de música contemporánea.
La primera pieza creada sirvió de acompañamiento para el primer Ambiente
Temático, estrenado en julio de 1966 (año en que Silva cofundaría el Núcleo de
Música Nueva, junto a Coriún Aharonián, Ariel Martínez y Daniel Viglietti).
Sobre esta primera presentación comparto
el recuerdo de Torrens (1966):
(…) Los espectadores entran en una sala vacía conducidos por un enmascarado (…) Aparecen ante su vista restos de comida sobre platos, botellas, (…) Al pasar a la segunda sala y ser distribuidos en círculos, se les reparte una serie de pequeños papeles numerados con leyendas que cada uno deberá debe leer en voz alta. (…) Luego vienen los avisos ensordecedores, frente a un texto satírico, la inacción acuciadora y el llamado a la solidaridad como preparación para la rueda. La rueda tiene por finalidad vencer los prejuicios mínimos. Y culmina el “Happening” en un simulacro de bombardeo atómico, con un texto sobre la guerra. (…)[6]
Cabe acotar que al final de la nota se
comenta que este happening fue concebido originariamente en el año 1962, lo que
aumenta el perfil de la figura pionera de Vila.
Para esta grabación Conrado Silva
utilizó textos creados por Enrique Fierro e Ida Vitale pensados en función del
desarrollo del guión, grabados en las voces de Roberto Fontana, Nelly Pacheco y
Daniel Viglietti. Los textos utilizados para que el público leyera en la rueda de papeles pertenecían a la
hermana de la autora, Ana Vila, que hablaban de la incomunicación, con
fragmentos de la prensa escrita tomados de periódicos locales, incluso frases
de personajes de historieta como Tarzán o Mandrake. El collage de pautas
publicitarias intercalaba fragmentos de un texto de Fierro llamado “Último momento”,
leído por los tres intérpretes.
La crítica Amalia Polleri, en una breve
nota (1966) destacará que:
Lo
mejor a nuestro entender fue, por Conrado Silva, la superposición de avisos y
consignas; la participación de los espectadores aún limitada a la lectura de
una breve frase y el mortal lancinante
estruendo de los aviones en la secuencia última.[7]
La segunda cinta magnetofónica de
carrete abierto recuperada, fue la utilizada para la sexta Acción con Tema,
estrenada el 30 de diciembre de 1968, en la Galería U de Montevideo.
La acción se desarrolla de la siguiente manera: mientras que el público participante es alineado en fila, suena de fondo la composición Tron II de Conrado Silva. Las personas quedan enfrentadas a un “velatorio”, una serie de camisas manchadas de “sangre” dejadas sobre el suelo y un montón de velas que las personas presentes irán encendiendo, además en el suelo pueden verse leyendas cómo: “Cristo no murió / lo asesinaron / a Camilo También”. En un momento se superpone a la música un texto de Mario Benedetti dicho por Roberto Fontana. Luego de un largo silencio, los espectadores son conducidos a la segunda escena, en la que detrás de una vidriera puede verse un hombre sentado frente a una mesa (iluminado desde el zenit) comiendo tranquilamente de una bandeja una cantidad voluminosa de pizza. Mientras esto sucede, la voz de Fontana vuelve a sonar, leyendo un texto de Milton Schinca, que comenzaba diciendo: “Las gentes por las calles como manadas, / y las televisiones no descansan / sofocando para que nadie de el grito / y ni una sola alarma en el planeta.” Luego la acción regresa a la primera escena, allí la voz de Fontana se convierte en un susurro, mientras Vila agachada, comienza a limpiar las manchas de “sangre” del piso. Para finalizar, la autora en silencio toma una vela y se encamina en silencio a la escalera de salida que los llevará a la calle. En una pequeña mesita hay una palangana con agua, sugiriendo al público la posibilidad de lavar sus pecados. Un último texto los despide, un breve poema en la voz de su autor Mario Benedetti.
Más allá de que ahora no nos enfrentamos
a las acciones pensadas por Vila, la inclusión en la banda sonora de textos
poéticos que fueron elaborados en base a un guión explicativo de las mismas,
terminan brindando autonomía a estas piezas, permitiendo de algún modo que
estas acciones escapen de la línea temporal del desarrollo performático y sean
recuperadas desde lo sonoro. Ofreciendo otra experiencia, sin duda, pero
reivindicando el espíritu de las mismas.
FICHA
TÉCNICA
Todo el material crítico y los audios han sido tomados del libro “Las Acciones de Teresa Vila”, una investigación realizada y editada por Ana Vila (2020)
Audios reprocesados en el labOratorio, Maldonado, junio de 2020
NOTAS
[1] Torrens, M. (29 de enero de 1969). Desmitificar el Arte, El País, p. 6.
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Vila, T. (Enero, 1969). Literatura y artes plásticas. Capítulo Oriental, (41), p. 655.
[5] Torrens, M. (14 de julio de 1966) La magia de la voz. El País. p. 8.
[6] Idem.
[7] Polleri, A. (10 de julio 1966) III – Happening en Club de Teatro. El Diario. p. 8.
¡Que gran trabajo de rescate, J.A! Impresionante y necesario. Que no caiga en el olvido esta obra, y toda esa revuelta sonora.
ResponderEliminar¡Púm!
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